
-Yo creo que tiene forma de nube- Me había dicho Helena, arreglándose su larga trenza rubia.
Fruncí el ceño.
-Para ti todas son nubes, Helena, tomate esto en serio. Sabes que solo tu puedes mirar lo que dice mi tasa. -Le dije, de nuevo.
Ella cogió la tasa de color azul pastel de mi tía, y suspiró. Luego, tras varios segundos, sonrió.
-Creo... que son un montón de flores. ¡Si! Como un ramo o quizás un jardín.
Yo asentí, quizás es que iba a ir a la montaña o alguien iba a regalarme flores. A lo mejor Tomas, quien últimamente me prestaba demasiada atención me iba a dar un ramo.
Pero, las semanas pasaron y luego los meses. No hubo flores, más las de mayo, y con el tiempo deje de pensar en la brujería, el te y las escobas y me dedique a vivir los pasos de los días. Sin mirar demasiado al futuro.
Curiosamente, hace un par de días, nos encontramos Helena y yo tras tres años sin vernos, en una floristería: ambas para encargar las flores de nuestras bodas. ¿Casualidad? Puede ser, aunque quiero pensar que a veces, esos juegos que tuve de niña, no fueron solo juegos.
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