martes, 28 de enero de 2014

Días de lluvia con color

Ella siempre miraba la ventana. Esperaba que lloviera.

Allí donde el sol parecía el rey del cielo, y las nubes sus súbditos.

Creció con el calor pegado a la piel, con los ojos cerrados ante el brillo y los labios secos del viento marino. Siempre a la espera de una tormenta. De un chaparrón que nublase su juicio.

Allí en el mar de soles de vez en cuando se nublaba y caían gotas del cielo, pero era extraño y por poco tiempo, aunque claro para los que la rodeaban era algo alarmante. Mientras que a ella, se le iluminaban los ojos, se ponía sus botas rojas de plástico con unas flores de estampado y corría, corría mojándose el pelo. Convirtiendo lo rizado en liso. Lo seco en húmedo.

Esos días para ella no eran grises ni tristes... Para ella esos días en su cabeza representaba cambio, libertad y pureza.

Pero un día llovió, llovió tanto que no vio el sol en día y empezó a echarlo de menos, porque los comienzos son instantes y no eternos. Porque comprendió que para cada cosa hay un momento.
Mientras le mojaba la lluvia, mientras por sus botas rojas llenas de flores corrían gotas de agua, deseó ver un pequeño rayo de ese sol que tanto la calentaba cuando se acostaba en las piedras, escuchando las olas del mar. Y vio, una pequeña luz al fondo del mar, sonrió... volviendo a su casa a la espera del calor.

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